viernes, 21 de noviembre de 2014

Consideraciones generales


Al trazar o esbozar esas modalidades o fórmulas lo hacemos con la preocupación principal de evitar las influencias y reminiscencias autoritarias, las tendencias centralizadoras, absorbentes y monopolizantes en la sociedad anarquista o comunista libertaria y con el deseo de dar a la libertad, a la autonomía, contenido viviente, estructural, funcional, práctico y estimulador de mayor progreso y ascensional perfeccionamiento. La energía dinámica social transformadora y creatriz, la fundamentamos en el hombre y en la mujer, naturalmente, en su propia conciencia, como ser integral en sí, individualmente, y como unidad autónoma asociada voluntariamente al conjunto comunitario.


Si en las etapas de transformación y hacia la realización plena del comunismo, mientras el desarrollo industrial y agrícola no hayan alcanzado grado suficiente, por diversas causas, para crear la superabundancia y la libre adquisición individual, sin acaparamiento ni abuso de toda clase de productos, se estimara que no se hacía indispensable una regularización de la distribución y del consumo dentro del propio sistema de socialización aplicada, de colectivismo o de comunismo incipiente, ella deberá ser la más racional y justa.



Lo mismo opinamos si se pensara en la conveniencia o utilidad de un sistema de remuneración, para dar facilidades adquisitivas. De él somos contrarios porque tememos que la remuneración, de no ser igualitaria, y aún así, caería fatalmente en injusticias, suscitaría egoísmos y enconos y a la larga haría resucitar desigualdades. 


La existencia del dinero, ya muy controvertida en sociología libertaria, tampoco es aconsejable, a nuestro entender. Y de establecerse un signo monetario, a base de bonos o de vales, tampoco ha de quedar centralizado en un organismo de tipo bancario, sino que, emitidos esos vales o bonos-moneda por las comunas, interiormente y en el plano general, han de poseer valor adquisitivo y permutable en todas ellas. Ha de evitarse la acumulación de valores de signo monetario, en especies o productos, la acumulación de la índole que sea, por parte de una comuna, de una colectividad o empresa potente, más importante o más próspera, de una región más desarrollada, de la misma manera que ha de evitarse y combatirse la centralización y el monopolio.

Si un plan económico general se hiciera necesario establecer, habrá de procurarse que las partes o unidades contribuidoras o cuyo concurso y recursos se requieren o pudieran ser afectadas, no queden sacrificadas, y lo acepten previamente, pues si la voluntad general se impusiera y se manifestara con la omnipotencia de un poder efectivo e indiscutible, se engendraría el riesgo de opresión o de injusticia y la rebeldía surgiría como reacción defensiva inevitable. La sociedad ha de ser como un organismo viviente en que todas las células o agrupaciones de ellas, todos los órganos, cumplen su función, para asegurarse la vida y la salud, con la diferencia de que dentro de ese organismo social el hombre se siente él y se manifiesta autonómicamente, contribuyendo con su propia
individualidad a enriquecerlo y a vitalizarlo y con su inteligencia, razón y conocimientos, a darle conciencia, humanismo, desenvolvimiento armónico, impulsión creadora y ascendente.


El fin de la organización social que defendemos y preconizamos, no debe ser el beneficio o el provecho industrial o comercial, manipulado o monopolizado por un grupo, clan, entidad u organismo cualquiera, sino el bien común.


Lejos de nosotros está la pretensión, que sería vana, de definir en lineamientos inmutables, ni siquiera a grandes rasgos y mucho menos en detalle minucioso, las bases sociales, éticas y económicas del anarquismo -adrede no utilizamos el vocablo político, por las mismas confusiones a que el mismo se presta, como se presta el de democracia. La evolución de la historia sabemos que lejos de seguir una línea ascensional continua, más bien la traza ondulante y está llena de contradicciones, y es a través de ellas como las nuevas formas sociales y económicas, y el propio desarrollo de la conciencia y de la ética humana, se superan y dan paso a nuevas formas, estructuras y conciencia de la ética humana, se superan y dan paso a nuevas formas, estructuras y concepciones, que tienen también existencia efímera, en una perpetua renovación de la vida social y de sus formas, dinámica creadora permanente de lo nuevo, imprimiendo su modulación y su huella a las realidades de cada tiempo, en cada pueblo y en el mundo. Es la propia dialéctica de la vida que crea esos gérmenes que dan impulso al progreso, pasando por el cerebro, la conciencia y la voluntad del hombre y plasmando en formas nuevas realidades efímeras.
 

Conscientes de ello, como anarquistas, pugnando por todas las audacias realizadoras progresivas, manteniendo viviente y activo el espíritu revolucionario, no ponemos trabas ni límites a la construcción del mañana libre, en continuo proceso de desarrollo y nos limitamos a estos apuntes alrededor del tema La organización de la economía en una sociedad anarquista o durante la etapa de transición revolucionaria hacia la anarquía, sin ninguna pretensión exhaustiva y como contribución al pensamiento y contenido común en los aportes a la doctrina libertaria, sin ninguna pretensión de originalidad.

Consejos sociales y económicos


Entre los organismos complementarios de utilidad, a título de asesoramiento, de información y de estadística, de orientación técnica, de rebusca de modalidades de organización más perfecta, de coordinaciones de plano local y general, de enseñanzas prácticas deducidas de las mismas experiencias diversas comparadas de producción y de consumo, de explotación y estudio de las posibilidades de desarrollo económico y de explotación de nuevas riquezas en común, puede haber los consejos de economía locales, comarcales y regionales, desembocando en el Consejo general de economía nacional federada.


Esos consejos de economía no deben tener ninguna potestad ejecutiva, sino simplemente misión consultiva y de asesoramiento. Podrán ser formados por delegados designados por la Comuna, los sindicatos, las colectividades, las cooperativas y centros de consumo, los organismos técnicos y culturales.
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El fin de la organización social que
defendemos y preconizamos, no
debe ser el beneficio o el provecho
industrial o comercial, manipulado
o monopolizado por un grupo, clan,
entidad u organismo cualquiera,
sino el bien común

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Los miembros de esos consejos, que incluso podrían éstos ser denominados consejos sociales y económicos, serán designados por los organismos respectivos y delegados a aquellos, a título temporal renovable y revocable.

Teniendo en cuenta las necesidades esenciales, materiales, productivas, relacionadoras, culturales y artísticas, etc., entre los consejos sociales y de economía que podrían formarse hay el de alimentación, el de vivienda, el de vestir, el de la producción agrícola, ganadera y forestal, el de la minería, el de la pesca, el de transporte, de comunicaciones, de artes gráficas, prensa y libro, el de la industria metalúrgica y siderúrgica, el de agua, luz, fuerza motriz y nuclear, el de la industria química, el del ramo del vidrio y cerámica, el del ramo de la madera, el de la construcción, el de sanidad, el de la cultura, artes y recreos, el de ciencias, investigaciones y técnicas, el de depósitos, créditos e intercambios, el de relaciones exteriores, el de importación y exportación, los cuales, a través de sus ramificaciones locales, comunales, sindicales, de colectividades, cooperativas y agrupaciones autónomas, sin centralismo alguno, de abajo a arriba, se entrelazarán en un consejo general de coordinación y solidaridad de entidades y organismos autónomos, sin atribuciones ejecutivas.


Las denominaciones de los diversos consejos que enumeramos podrán ser distintas de las que damos nosotros, los acoplamientos tener más o menos amplitud, las demarcaciones por especialidad o rama más variadas o sintéticas que las apuntadas. Y serán siempre adoptadas de común concierto, entre los interesados, directamente, sin imposición alguna.

Organismos de la revolución


Las colectividades


Las colectividades de producción, y hasta las mixtas de producción y consumo, sobre todo en el agro, en el medio rural y campesino, pueden ser también un factor importanteentre los medios idóneos y eficaces de asentamiento y desenvolvimiento de la nueva economía, como organismos vitales funcionando sobre el principio de libre cooperación en la nueva economía solidaria, sin mercantilismo ni
concurrencia.


La experiencia de los sovkozes y de los kolkhozes es demostrativa de los grandes defectos que aquejan esos organismos, sobre todo de la factura estatal de los primeros, y a la vez de su ineficacia.


Los kibbutz, a través de sus modalidades conocidas y de su mismo funcionamiento interno, tampoco pueden ser preconizados como tipo de organización económica y social libertaria. En tal sentido, descartamos igualmente la fórmula del soviet, cuya experiencia en la U.R.S.S. ya hemos podido comprobar lo que ha podido dar de sí.


Hasta la fecha, experimentalmente, como expresión práctica y eficaz de realización colectivista-comunista viviente, puede ofrecerse el de las colectividades de tipo libertario durante la revolución española, en una situación dada de trascendental realismo histórico, manifestándose como organismos eficientes para asegurar el desenvolvimiento económico de un pueblo, sobre todo desenvolviéndose vinculadas de concierto con los sindicatos y demás organismos comunales, complementarios unos de otros y atendiendo cada uno en su esfera delimitada y característica respectiva, las necesidades y funciones económicas y sociales inherentes a la sociedad o comunidad.


Distribución y consumo


El fin de la organización social que defendemos y preconizamos, no debe ser el beneficio o el provecho industrial o comercial, manipulado o monopolizado por un grupo, clan, entidad u organismo cualquiera, sino el bien común, dentro de la Federación o Asociación de Comunas libres y solidarias.


Por otra parte, entendemos que las formas y mecanismos económicos de la sociedad anarquista no deben encajarse en una rígida armadura, en un régimen monolítico y de estructuras inamovibles.


Respetando el principio fundamental de no explotación del hombre por el hombre, de comunidad de riquezas, bienes, tierras, máquinas y productos, todo ha de ser puesto a la disposición y consumo y utilización individual y común.


Y así la libertad, el pan, la cultura y la independencia dentro de la unión y solidaridad quedarán mejor garantizados y asegurados para todos.


La distribución general coordinada y al detalle de productos agrícolas y manufacturados podrá ser asegurada por las asociaciones o federaciones de consumidores, a base de almacenes de abastecimientos y suministro al por mayor, donde los sindicatos de producción y colectividades podrán suministrar y depositar los productos, y por medio de las cooperativas de consumo y de los economatos o centros calificados para la distribución al detalle, exentos de todo mercantilismo.

Sobre el salario o remuneración


Si los anarquistas nos hemos fijado por finalidad el suprimir la explotación del hombre por el hombre, el abolir las clases y el salariado, lógicamente no podríamos pronunciarnos, en una organización social de tipo libertario, por el mantenimiento de un tipo de salario o de categorías salariales de retribución por el trabajo efectuado.


Indudablemente son varios los problemas ya de orden moral, efectivo, práctico y social que supone la supresión del salario. Y buscar procedimientos de remuneración por concepto de trabajo o unidades y especialidades del mismo, tampoco seria una solución libertaria y menos compatible con un alto sentido de justicia y de solidaridad humana.


Partiendo de este razonamiento, nos manifestamos partidarios de la aplicación del principio de a cada uno según sus fuerzas, a cada uno según sus necesidades, considerando que el trabajo de cada uno le da derecho a la satisfacción de sus necesidades personales y a procurarse libremente el abastecimiento de cuanto se le haga preciso e indispensable en los almacenes, cooperativas o centros de distribución común.


Una carta de trabajador o de productor -carta especial para impedidos, inválidos, ancianos o niños- puede tener valor adquisitivo en todas partes y dar derecho a ser beneficiario de todos los servicios comunes. La socialización de los mismos, como también los de la vivienda, sanidad, seguridad social, espectáculos y recreos, ha de considerarse como una de las fórmulas más prácticas y accesibles al usufructo individual, familiar y común.


Es indispensable que cada hombre o mujer válidos tengan asegurada una plaza, un empleo o colocación útil en la organización común o colectiva del trabajo, como un derecho inalienable e imprescriptible reconocido y establecido por la sociedad anarquista, por la nueva organización social comunista libertaria.


Del sindicato revolucionario y de sus funciones


El organismo que en la sociedad socialista ácrata mejor puede asegurar la organización del trabajo y su función, es el sindicato de característica sindicalista revolucionario, constituido por los trabajadores libres de la industria, del campo, de la mina, de los laboratorios, de los centros de investigación y rebusca, los de especialidades técnicas. Los sindicatos, agrupados por ramos e industrias, en federaciones locales, comarcales, regionales, nacionales e internacionales y administrando directamente, bajo su responsable control, fábricas y talleres, campos, minas, marinas, institutos científicos y tecnológicos, son organismos aptos para asegurar la producción de todos los artículos y cosas indispensables a la sociedad y a sus componentes, a tenor de las necesidades que se hagan sentir y se presenten, persiguiendo el objetivo de crear la abundancia con la aportación de cada uno al esfuerzo común, según sus fuerzas y capacidades y sin explotación de nadie ni privilegio alguno. Todos los recursos materiales, económicos y técnicos, los artículos manufacturados, los productos agrícolas, ganaderos, de pesca, etc., habrán de considerarse y ponerse a disposición común, por medio de los organismos adecuados y más idóneos, para la distribución, el cambio y la repartición más equitativa.



Las Federaciones de sindicatos podrán formarse por categorías de producción, ya sea industrial, campesina, etc., o de servicios públicos, correos, comunicaciones, transporte y demás.


La revolución social, con la desaparición de la burguesía y de las estructuras capitalistas y autoritarias, deberá establecer una nueva ordenación económica, que implicará necesariamente otras modalidades de trabajo, reajustes de fabricación, reconversiones profesionales, especialidades distintas de la producción.

Los sindicatos por profesión o industria tampoco habrán de disponer de poder político ni de propiedad de fábrica, de maquinaria o de productos elaborados. El propietarismo corporativista tampoco hay que dejarle tomar raíz en la sociedad anarquista o comunista libertaria.


La autogestión ha de tener por base asegurar la mejor y más racional organización del trabajo y la función de producción, controlados por un elevado sentido de responsabilidad individual y profesional consciente y voluntario.


Los comités o comisiones de autogestión de fábrica, empresa, taller o colectividad productora serán nombrados directamente por el propio personal ocupado en las mismas, estando sujetos a renovaciones periódicas y siendo revocables.


El burocratismo debe desterrarse de los comités y de todas partes. Al mismo personal técnico o calificado en especialidad, no ha de conferírsele en ninguna circunstancia, categoría de mando.


Nos manifestamos contrarios a admitir el principio de todo el poder a los sindicatos, como el de concederlo, de dirección-mando, a cualquier persona técnica o especializada, encargada responsablemente de un trabajo, quien deberá considerar a los demás trabajadores en un plano de igualdad moral y efectiva, como hombres y como productores, cooperando en las labores de una empresa común al servicio del bien general.